viernes, 13 de agosto de 2010

Optimismo Bicentenario

Por Luis Casado


Los presidentes de los Bancos Centrales son la hostia. Y los de la FED (Sistema de Reserva Federal de USA), de harina integral. La hostia digo. Cada vez que abren la boca... la cagan. Por exceso o por defecto. El conocido humorista Alan Greenspan, que ofició de gran manitú entre 1987 y 2006, declaraba que las tasas de interés son una gran incógnita (a big conundrum) y se cagaba de la risa. Lo que no tendría nada de particular si no fuese porque era él quién fijaba las tasas de interés en el ámbito planetario. Adepto de un lenguaje enrevesado, iniciático y ambiguo, solía decir: «Si me han entendido bien, es porque debo haberme expresado mal». Un gran humorista. Su mejor chiste fue la crisis mega-galáctica que aun no termina. La de los créditos subprime, esos que nadie podía pagar pero que a su juicio ayudaban a las familias a hacer como si tuviesen una casa y a amar el capitalismo. No lo digo yo, lo escribió él en su libro «La era de las turbulencias». Dos boluditos menores —Ricardo Lagos y Gonzalo Martner—, lo tomaron en serio y cada vez que se refieren al desastre que se ha lanzado millones de familias a la puta calle y a decenas de millones de trabajadores al desempleo, hablan doctamente de «turbulencias».

A Ben Bernanke, actual presidente de la FED, le acusaron de ser un especialista de la Gran Depresión, razón por la cual debía saber cómo sacarnos de la Gran Recesión que nos tiene rejodidos. Tipos optimistas los que supusieron injustamente que Bernanke era una especie de GPS de la crisis. El pobre, cada vez que habla precipita una recaída. Apenas la economía yanqui inicia un tímido remedo de subida, viene BB, declara dos boludeces y todo se va al carajo. Hoy mismo la prensa internacional cuenta que las Bolsas del imperio evolucionan a la baja porque la FED, o sea BB, se mostró pesimista con relación al crecimiento y al empleo. Poco importa que la FED anuncie en sus minutas de política monetaria nuevas medidas de apoyo a la economía —léase más y más emisión monetaria sin respaldo—, en el facineroso mundillo de las finanzas ya nadie le cree a nadie. Los rufianes de las agencias de calificación de riesgo —Moody’s, Fitch, Standard & Poors—, degradan la nota de Portugal en un intento de generar nuevas oportunidades de negocio. El hueso Grecia ya fue chupado hasta la médula y hay que inventar algo. Los gobiernos europeos se sometieron a los dictados de la Camorra financiera e impusieron políticas de austeridad y de reducción del gasto público designando al personal como el gran perdedor de la ruleta que en este caso es yanqui.

Contra toda evidencia, las autoridades chilenas exultan optimismo. Según quienes manejan la manija estamos creciendo como la mala hierba. Poco importa que los resultados de la encuesta CASEN, —a pesar de los chanchullos estadísticos que los «expertos» llaman «dificultades metodológicas»—, muestren otro tipo de crecimiento: el de la pobreza y la indigencia. ¡Tanta sensibilidad social de Michelle y mira los resultados! Se ve que la «sensibilidad» no cambia nada. Los sectores más modestos y más vulnerables pagan los resultados de la borrachera neoliberal. El «blindaje» del subnormalito Andrés Velasco no protege a los pobres. Peor aún, los «brotes verdes», la «salida del túnel», la «eficiencia de las políticas públicas» y otros emplastos de mostaza no sirven de nada ante la recesión planetaria. Alianza y Concertación se echan la culpa la una a la otra, como si todo este circo no fuese un cogobierno en el que los Velasco y los Larraín aplican las mismas recetas destinadas a favorecer a los poderosos. Cuatro meses de desgobierno piñerista muestran los límites del desplante torero, de la «eficiencia» empresarial, de la agitación insustancial que no resuelve nada.

Cualquiera de estos días Piñera inicia la reconstrucción. Paciencia. ¿Cuántos de los 30 mil millones de dólares que debía costar la reconstrucción han sido comprometidos? ¿Cuántos? Entretanto Piñera declara que no puede deshacerse de sus empresas porque el salario de presidente no le alcanza para vivir. ¡Pobre! De espíritu. Pero siempre optimista. Es lo que le va quedando. El método Coué, el auto convencimiento, el optimismo.

Sin voluntad, sin envergadura, sin proyecto, sin objetivos, Piñera corresponde al modelo del optimista según Georges Bernanos, quién aseguraba que «Un optimista es un imbécil feliz».

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